Para el universo aristotélico, había una barrera
de la mutabilidad entre los cielos y la Tierra; empíricamente, es mucho más
factible notar grandes y más rápidos cambios en la Tierra que en el páramo
celeste; en ese sentido, la derivada del cambio (es decir, la razón de cambio
del mismo cambio) es mucho mayor, o por lo menos aparentemente, en la Tierra.
En otras palabras, no podemos prever de modo definido qué desayunaremos en tres
años (o si seguiremos vivos para entonces), pero sí podemos calcular cada
cuánto y en qué posición estará Venus en tránsito.
Ahora, mi punto aquí es hacer una analogía con los
modelos matemáticos de una percolación y esa apariencia de un universo cortado
por las derivadas del cambio. Antes debo introducir el concepto de percolación:
supongamos que tenemos un cuarto cuadrado y que queremos cubrir el suelo con
baldosas hexagonales de dos colores; es posible calcular la probabilidad de que
podamos cruzar el cuarto pisando sólo hexágonos de un mismo color, de modo que
también es posible generar sistemas de hexágonos con cierta probabilidad de que
se pueda cruzar el cuarto pisando sólo baldosas de cierto color. las
probabilidad se definirá por 1 y 0, es decir, existe la posibilidad de que eso
pueda pasar y de que eso no pueda pasar. El cambiar en un margen
significativamente pequeño la probabilidad que suceda, nos da un cambio exponencial
en el sistema (en física esto se conoce como sistema crítico en el cual un
pequeño cambio en las condiciones nos da una modificación drástica del
sistema). Mientras más baldosas existan, la probabilidad (el nivel de ésta) es
cada vez más determinante para el sistema. Ahora bien, las variables en la
Tierra presentan una especie de fragmentación de complejidad, donde la cierta
estabilidad que existe genera pequeños subsistemas que se observan como una
complejidad (debido a que la estabilidad nos da una diversidad de interacciones entre diversas variables): por ejemplo, un sistema vivo está compuesto por átomos, igual que
una estrella, y regido por las mismas leyes, pero su materia se ha estancado en
un ciclo de estabilidad que existe gracias a la complejidad de la interacción
entre sus variables, esto toma la apariencia de un sistema intrincado y con
muchas más posibilidades para la aleatoridad: en la estrella, la probabilidad
se mide casi por atracción, repulsión y aniquilación entre los átomos, en un
sistema terrestre, las probabilidades son múltiples pues la aparente
estabilidad del sistema nos da una mayor posibilidad de interacciones con
distintas variables: ¿cuál es el punto final del asunto? la diversidad de las
posibilidades es proporcional a la razón del cambio. ¿Tiene Aristóteles, o
nuestro sentido intuitivo, razón? ¿Realmente la derivada del cambio es mayor en la Tierra o se trata de un problema de apariencias? este es un largo camino filosófico y
científico que nos queda para discutir.
Arthur Koestler, 'Los sonámbulos', Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
No hay comentarios:
Publicar un comentario